A TODO VIENTO - La Nación, agosto de 1966

EL PLANO DE LA FUNDACIÓN

Todas las ciudades tienen iglesias. La Rioja también. Pero a una cuadra de la Plaza principal. "... a todo viento", como reza algún documento viejo. Santo Domingo, San Francisco, La Merced y San Nicolás Viejo, están construidas ahí, a una cuadra de la Plaza, en los solares que para las órdenes religiosas previó el plano de la fundación.
Quizás esto tenga una explicación. Don Juan Ramírez de Velasco, "castellano viejo y católico de pro", necesitaba de la protección divina para hacer realidad la hazaña de fundar una ciudad en tierras ariscas, de montes espinosos e indios de aspecto poco tranquilizador. Y la fundó, bajo la advocación de todos los Santos - que así se llama esta benemérita ciudad: Todos los Santos de la Nueva Rioja.
¿Y cómo agraviar a alguno ubicándolo lejos de la Plaza y del propio solar que don Juan se había destinado para sí, que es la manzana que hoy ocupa, entre otras, la Casa de Gobierno?
Entonces, a una cuadra a todo viento, las Ordenes religiosas. En mística simetría. En prueba de que también los hombres, de vez en cuando, quieren ser justos con Dios.

SAN NICOLÁS VIEJO

Primero fue una ermita. Luego, un humilde templo de adobes y después... bueno, no hubo después. Porque el terremoto de 1894 dejó trunca la obra que debió terminar en una hermosa iglesia, de ladrillos y piedras y de tres naves.
Por muchos años fueron ruinas. Desgarrantes. Conmovedoras. De enormes bloques vencidos y nichos sin santos. Como fauces. Y un crecer de arbustos arrollándolo todo, en aparente triunfo de lo rastrero sobre lo sublime.
Y de estas ruinas jóvenes, sin historia, surgió más que el hoy, el mañana, en la pujanza de la Escuela Parroquial 'Pío XII', que reemplazó ruinas amorfas por esbeltas columnas de cemento y ahuyentó búhos y leyendas con la risa candorosa de sus niños.
Este solar, por voluntad del fundador, debía destinarse a pregonar el nombre de Dios y, a cientos de años, los riojanos fueron fieles a su mandato. Allí, hoy se enseña el nombre de Cristo.

SAN FRANCISCO

Quizás ningún templo riojano, como éste, tipifique la orden religiosa que lo rige. Humilde, carente de toda fastuosidad, es él mismo, un 'pobrecito' de San Francisco. De una sola torre, refugio de palomas andariegas y dos puertas laterales; por una, nos asomamos a la intimidad florecida del Convento y por la otra, a la calle, dolorida por los golpes que le asestan los hombres de talleres y oficinas ubicados a su alrededor.
Su única nave muestra retablos antiguos y nuevos, de mármol, de madera, acogedores de imágenes caras a la devoción riojana: el Niño Alcalde, San Francisco Solano, la Virgen Dolorosa, la que sigue a Jesús yacente en la procesión de Semana Santa, organizada siempre por los franciscanos.
Pero penetramos en su historia sólo cuando, junto a la sacristía, encontramos la celda de San Francisco Solano, aquella en la que, en 1592, descansara el Santo Misionero de América durante su permanencia en La Rioja. Pequeña, de paredes desnudas y piso de ladrillos, ofrece al visitante sólo un cuadro del Santo, postrado, con su mirada elevada al cielo y sus brazos en cruz. Junto a su puerta - que exige encorvarse para atravesarla - una placa que dice: "Esta es la celda que habitara San Francisco Solano en su estada en nuestra ciudad. 1592".
Cerca de ella, protegido por un templete de hierro y vidrios, el tronco ya petrificado del naranjo que el Santo plantara en el siglo XVI y del que Don Joaquín dijera en 'Mis montañas': "Existe un naranjo consagrado por sus oraciones y sus martirios cotidianos; los siglos le han obligado a inclinar la copa y el tronco, por donde circuló la savia juvenil. Hoy, está hueco como un nicho y hondas cuevas horadan sus gajos".
Pero San Francisco no es sólo un convento y una iglesia. Es también refugio del pasado en su valioso Museo y hacedor del porvenir en su escuela primaria.
San Francisco, en fin, es el Padre Gómez, que vino a morir a La Rioja y que vivió cuarenta años más, con su sol y con su aire. Los suficientes para hacer de 'su museo' uno de los más valiosos del país. Y la escuela y la Banda de niños y el templete de Las Padercitas y muchas otras cosas más. Hasta su simpática sordera socarrona y su manera de 'trasladar' al Museo las piezas arqueológicas que él estimaba valiosas.

LA MERCED

El 24 de setiembre es feriado en La Rioja. Día de fiesta, con formación militar y procesión. Es que los riojanos dedican ese día a venerar a N.S. de la Merced, Generala del Ejército y Libertadora de Cautivos, pues ese día y por su intercesión recobran la libertad los detenidos por faltas leves.
Y porque es Generala de la Patria, en el atrio de su templo se ha construido el mausoleo que guarda las cenizas del primer General Argentino, Dr. Francisco Antonio Ortíz de Ocampo. Y se ha levantado un mástil en el que se iza la Bandera Nacional en los días de nuestras más caras memoraciones.
Sin embargo el templo de N.S. de la Merced es algo más, es 'La Merced'. Acogedora y solemne, la que convoca a todo un barrio, la de los fieles amorosamente unidos alrededor de la Virgen; la que, además del guardián y el párroco, tiene una 'Mayordoma' que se ocupa de engalanar, en su domicilio particular - singular honor - a la imagen venerada, en los días de procesión.
Y también en la Merced se conserva una simpática tradición: la de recitar poemas a la Virgen, como lo hacían los viejos juglares.
Tarea tan dulce y simpática, reservada durante todo el mes de setiembre a niñitas del medio - flores en cierne de las familias riojanas - que con voz entrecortada por la emoción y el nerviosismo le dicen a la Virgen, noche a noche, su alabanza rimada.
La Merced es eso, emoción de Patria, voces de niñas y una torre sin pretensiones, con las campanas más broncas de la ciudad.

EL SOLAR DE LOS JESUITAS

En La Rioja, las calles que corren de Este a Oeste, suben o bajan según la ubicación del transeúnte. Cuando vamos hacia el cerro, hacia el poniente, caminamos 'para arriba' y cuando, desde lo que era el Hospital San Vicente, queremos ir a 'la Plaza', estamos andando 'hacia abajo'.
Así, una cuadra 'para arriba' de la Plaza, por la calle Bmé Mitre, a la que alguna vez la llamaron 'Vía Blanca ' -afán de grandilocuencia heredada - está el Colegio Nacional, construido en el solar que fuera de los jesuitas.
Y esto merece una explicación. Allí, en esa manzana y en la siguientes estuvieron, sí, los jesuitas. Dicen los historiadores que en los primeros años del siglo XVII ya los seguidores de San Ignacio de Loyola se dedicaban a la enseñanza. Tarea que seguramente debieron cumplir con ahínco y sapiencia hasta su expulsión, circunstancia que convirtió al Fisco en forzoso heredero de predio tan valioso.
Muchos años después, precisamente en la tercera década del siglo pasado (XIX), el solar de los jesuitas tuvo un destino grato para el recuerdo de los riojanos. Allí se instaló la Casa de la Moneda, pues que no siempre los riojanos fuimos pobres. Y esto es verdad. Con plata del Famatina, Juan Facundo Quiroga acuñó monedas, monedas riojanas, en orgulloso desplante provinciano, con sabor a federalismo auténtico.
Después vino la Organización Nacional y con ella - Sarmiento mediante - en los mismos ranchos de adobe y techos de paja, se fundó la primera Escuela Superior Graduada, la que sirvió de base para que el autor de el Facundo, en 1871, creara el Colegio Nacional.

Y, POR ÚLTIMO, LA CATEDRAL

Los riojanos viejos, los que eran jóvenes allá por mil novecientos treinta y tantos, a la Catedral la llamaban 'la Matriz' y los mejor informados, aquellos que ajustan su lenguaje a los cambios, no bien estos se producen, la denominan la 'Basílica de San Nicolás', con un dejo de suficiencia que delata su empeño inconsciente de competir con los catamarqueños, nuestros buenos vecinos.
Y la Catedral, por cierto ajena a las batallas lingüísticas, levanta su enorme mole gris frente a la Plaza, porque ya en el plano de la fundación le estaba reservado ese destino.
Es claro que en la piadosa intención de los fundadores, la Matriz estaba destinada para el Patrono que nos trajeron, San Pedro Mártir y no para San Nicolás de Bari.
Pero la devoción de las gentes - primero - y el terremoto de 1894 - después - hicieron variar la historia.
San Nicolás, el 'Negrito' como filialmente lo denominan los riojanos, se instaló en la Iglesia Matriz y desde su Camarín, protege, bendice, distribuye gracias y aúna a los habitantes de esta tierra.
Porque en La Rioja, como en todas partes, los hombres luchan y se lastiman y sostienen enconadamente las más dispares opiniones. Pero nadie discute la amorosa paternidad de San Nicolás y todos se reúnen a su alrededor, dos veces al año, olvidadas sus diferencias, unidos en su devoción.
La Catedral, el más grande y bello templo riojano, tiene pureza de líneas, una cúpula que recuerda a la de San Pedro, las más elevadas torres, frescos imponentes y un órgano que la llena de notas sublimes.
Pero el riojano pasa de largo, no mira, no se detiene, hasta se olvida de la presencia de Cristo Eucaristía en el Sagrario del altar mayor, para subir apresurado las gradas del Camarín, en busca de 'su' San Nicolás.
Lo otro, es para los turistas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario