JUNTO AL VELASCO - La Nación, agosto de 1967

EMBAJADA

Los Llanos de La Rioja, alguna vez, por la persuasión de las lanzas, fueron la capital montonera de la provincia. Desde ellos partían las huestes y las órdenes y hacia ellos debían mirar los gobernantes para no excitar las iras de Facundo o el Chacho.
Pero las cosas han cambiado y ahora también Los Llanos miran sumisos a la Capital provinciana, que hace con su interior lo mismo que Buenos Aires con las provincias.
Es claro que la altivez montonera debía guardar las formas y para ello nada mejor que instalar en la ciudad capitalina una legación, una embajada informal, amable y eficiente. Con sus reales sentados en una esquina céntrica, a una cuadra de la Casa de Gobierno y frente al Colegio Nacional.
Y para ello nada mejor que la despensa y panadería 'San Juan', que siempre tuvo algo de jabonería de Vieytes - aunque sus conspiraciones fueran 'santas' - y mucho de real asiento del 'embajador' de Los Llanos, don Humberto Pereyra, un maestro hacedor de escuelas.
A esa despensa, animada siempre por la sentenciosa y atiplada voz de su dueño, Miguelito, deben recurrir los 'llanistas' cuando necesitan legalizar una partida, cobrar un cheque, buscar "un puestito" o gestionar una jubilación. Porque para todo ello y para mucho más estará siempre lista la ilimitada bondad de don Humberto, o el atento oído de su "agregado", don Segundo Martínez.
Y para que nada le falte a esta representación de Los Llanos en La Rioja, hay también y siempre, parado a la puerta, un agente de civil de la Policía Federal que, salvo él, nadie sabe qué hace allí.
En definitiva, a esta colonial esquina sin ochava, en la que los transeúntes apurados se atropellan musitando disculpas, sólo le falta un escudo con un corazón grande y dos lanzas que diga: 'Embajada de Los Llanos'.

FÚTBOL Y DESARROLLO

Don Américo Tesorieri, astro del fútbol, vino a La Rioja. Llegó en medio de una caravana de automovilistas eufóricos. Anduvo por las calles, saludó con el brazo en alto y cuando un periodista deportivo le preguntó cómo se sentía en La Rioja, contestó con sonrisa picaresca: "Como un político en vísperas electorales".
Este era el hombre que debía 'presidir' un evento fundamental. Nada menos que un encuentro entre riojanos y catamarqueños. De esos que desplazan gentes, ponen comentarios en los diarios y en las ondas radiofónicas y cambian por un rato la fisonomía ciudadana.
Tanto, que un domingo lleno de sol nos 'invadieron' los catamarqueños. Llegaron en varios 'ómnibus', bajaron frente a la Catedral con bártulos y banderas y se extendieron por la ciudad llenando bares y veredas. Hasta que uno llegó al canal local de televisión para decir sus pronósticos con relación a la disputa.
Y los dijo, verídicamente, así: "Los riojanos nunca nos ganaron en nada. ¿Recuerda Ud. algo en que nos hayan superado?".
A lo que respondió su interlocutor en un riojano tartamudeado: "Sí, claro, pero... nosotros tenemos televisión, casino y... y Plan de Desarrollo".

ÓMNIBUS

Hasta no hace mucho, un espectáculo ciudadano nos estaba vedado. El ver ómnibus - así se llaman aquí y no 'colectivos' - arracimados de pobres gentes alejadas.
Pero La Rioja también creció y floreció en barrios suburbanos con casitas tipificadas, en continua lucha por no parecerse las unas a las otras.
Y surgieron los ómnibus. Al comienzo, insoportables. Viejos, impuntuales, milagrosos. Porque sólo por milagro pasaban por donde debían y a la hora convenida.
Pero como todo plazo se cumple, también a La Rioja llegaron unos cuantos 'colectivos', pintados de blanco y celeste, con letreros indicadores y grupos compactos de gentes esperándolos en las esquinas.
Cuando vemos eso, en especial a la salida de las oficinas y los colegios, creemos que la ciudad chiquita de ayer se hizo grande.
Lástima que su boleto de adulta deba pagarlo aquí, como en todas partes, en incómoda promiscuidad móvil.

SAN JOSÉ

En una lomada, entre el Río Tajamar y los primeros barrancones del Velasco, se levantó un barrio que primero tuvo que cargar con la despectiva nominación de "barrio de las casas baratas"; luego padecer las contingencias de un nombre con resonancias demagógicas y, posteriormente, redimirse con el dulce nombre de San José.
Una capilla humilde frente a una plazoleta redonda y de tierra roja, con un  mástil en su centro; un centro de salud en fuga hacia las hondonadas que lo limitan y un club con luces a vapor de mercurio que le dan fisonomía ciudadana.
Tan ciudadana que las luces reúnen a sus gentes en bailes y cotejos deportivos. Y las casas, tímidamente han comenzado a treparse las unas sobre las otras.
Porque ya el Barrio San José tiene su primera 'casa de alto'. Mangrullo de cemento, desde el que se contempla cómodamente a la ciudad, que se tiende a sus plantas.

FUNDACIÓN

Con el Casino, el bulevard Sarmiento floreció en bares y comedores. Vaya a saber por qué oscuros designios de la diosa Fortuna, parece que a los jugadores, bien entrada la noche, les gusta comer.
Pero lo cierto es que en alguno de ellos se reúnen también inocentes comensales que hablan y proyectan las cosas más insólitas, hasta una Fundación para la Poesía.
Porque esto ocurrió y debemos recuperar para La Rioja el galardón de haberse echado en ella las bases de la Fundación Dodero, que premió primero a Alberto Hidalgo y hace poco a Juan José Ceselli.
El proceso germinal fue así: frente a los cuarteles, avenida Ortíz de Ocampo de por medio, hay un comedor a bajo nivel, 'Mi ranchito'. Allí, en una riojana noche de mayo de 1965, se reunieron Ariel Ferraro, poeta; Mario Aciar y Miguel Ángel Guzmán, plásticos, y otros más para celebrar la presencia en esta ciudad de dos de los dirigentes de 'Nexo', invitados por la filial local de la SADE, Rubén Vela y Carlos Débole.
Y así, al calor de la amistad y del vino riojano, se decidió buscar amigos para integrar una Fundación "que alentara a los muchos buenos poetas del país". Así se dijo. Y Vela y Débole se llevaron la idea a Buenos Aires.
Y en la Capital se les unió un gran animador de las letras y las artes, el Dr. Nicolás Carlos Dodero quien, en homenaje a su esposa, donó los fondos para varios concursos. Y la Fundación se hizo.
El vino, las estrellas y la tibieza de la noche riojana le dieron carta de ciudadanía.

BOMBAS

Al mediodía y al anochecer. Bombas de estruendo. De esas que se arrojan desde un mortero pequeño y se encienden con la mano, por 'especialistas en bombas'. Porque evidentemente no cualquier mortal se anima a andar metiendo las manos en esos paquetitos explosivos que se elevan veloces y estallan en medio de una nubecilla blanca.
Pero lo importante es el por qué. Aquí, todo se arregla con bombas: la festividad del Santo, el comienzo de una procesión, las nueve noches de una novena, el triunfo de un equipo de fútbol y hasta un éxito electoral.
Sobre todo esto.
Y tanto, que una vez una agrupación, convencida de su triunfo, hizo explotar decenas de bombas nocturnas, en ruidosa algarabía, por la consagración de sus candidatos.
Pero al día siguiente, cuando el sol del mediodía incendiaba las calles, sus adversarios debieron duplicar los estallidos. Habían llegado las dos urnas de una escondida población interior.
Y las bombas en La Rioja, explotan ,a cualquier hora, cualquier día. Y los riojanos comenzamos a preguntarnos: "¿qué pasa? ¿Por qué tiran bombas?"
Ciertamente, en La Rioja, para estar al día "hay que estar en la bomba".

BARRIO

Al barrio de Vargas le están construyendo otro a la entrada. Algo así como su puerta cancel.
En lo sucesivo para ir al barrio de las naranjas y del fútbol habrá que mirar primero, al pasar, los altos monobloques y las casitas gemelas que nacieron donde antes hubo quintas y un arroyo.
Casas altas y casitas con tanques para agua, cuadrados y enormes. Tan grandes que sus futuros moradores tendrán que decidir por vivir en los cubos de abajo o en los de arriba.
Y mientras construyen, una enorme cruz de hierro, amarilla e irregular alza sus brazos, a la vista de toda la ciudad.
Y ese guinche, ato y erguido, que domina un barrio y se ve desde lejos, está convertido, un poco, en el símbolo de La Rioja nueva, de esta Rioja que lucha y se debate por un destino mejor.


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