ENTRE BARES Y 'OPERATIVOS' - La Nación, diciembre de 1966

LA ÓPERA

"... y muy siglo dieciocho y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita..." quizás conocedor de Rubén Darío, pero seguramente con un nombre prendido en los labios como jaculatoria, debió ser aquel que se le ocurrió bautizar a este mesón riojano con el lustroso apelativo de 'La Ópera'.
Porque la Ópera nuestra no es un teatro sino, como lo insinuamos, una confitería situada frente a la Plaza principal y a la que los riojanos deben concurrir, obligatoriamente, para arreglar el mundo, derrocar gobiernos y desparramar chimentos y, fundamentalmente, para poner el codo del brazo derecho sobre el granito marmolado de sus mesas y la mano del mismo brazo como sostén de sus caras y escuchar... escuchar atentamente al periodista lugareño - bien informado - al 'doctor' con vinculaciones porteñas y a los eternos filósofos de la política.
Allí se cuecen candidatos, se examinan biografías y se lapidan ambiciones.
Eso sí, no entre sorbo y sorbo de café, como en sus similares del mundo, sino entre copa y copa de vino tinto o blanco que para eso - ¡qué diantre! - estamos en La Rioja.

DON CARLOS

Los riojanos curiosos, aquellos que querrían tener, no dos, sino varios ojos alrededor de la cabeza para poder mirar sin giros cansadores, han ubicado su otero en una mesa de café que, junto a la única ventana de 'Don Carlos', les permite dominar las puertas laterales de la Casa de Gobierno, contar las venias que hacen los bomberos apostados a la entrada reservada al Gobernador y... de paso, como quien no quiere, mirar, contar y examinar a los transeúntes, con grave riesgo de sus pellejos.
Esto es 'Don Carlos'. Mirador hacia afuera y centro de reunión de jóvenes en su pista de baile, de adultos en sus mesas tranquilas, de La Rioja toda, en un tácito acuerdo de horas y rincones.
Eso sí, de noche es una 'pista de baile', estridente y desvelada, que en las notas de sus 'merequetengues' y sus 'cumbias' - ¿estaremos actualizados? - se desparrama por las calles, se sube a los techos y se mete por las ventanas de los dormitorios de los pobres riojanos que viven en el centro.
Y en esto no hay imaginación. Nuestra Corresponsalía, en La Rioja, que dista pocos metros de este 'Don Carlos' bailarín y bullanguero, puede dar fe de ello.

EL CLUB SOCIAL

¡Qué maravilla este lenguaje nuestro! que nos permite ser audaces, mesurados, irónicos o circunspectos, según convenga a las circunstancias.
Ahora, por ejemplo, conviene el tono de la circunspección. Porque el Club Social es parte de la historia de La Rioja en los últimos cincuenta años ya que sus muros atesoran el recuerdo de los acontecimientos trascendentales que vivieron los riojanos en este siglo XX.
El alma del Club se esconde en el Salón de los Espejos. Espejos de dorados marcos barrocos y consolas, en los que reflejaron sus rostros todas 'las niñas' de La Rioja y todos los presidentes argentinos que visitaron la ciudad.
El resto de la Casa es conversación, cordialidad y camaradería, alterada sólo por la estridencia de los jóvenes, que ponen inquietud en los deseos de paz de los más ancianos.
Pero también el Club es una recova. La única que conserva La Rioja frente a su Plaza 25 de Mayo y en cuyas mesas se teje y se desteje el diario devenir, se estrechan amistades o se mira por sobre los anteojos al extraño que osa penetrar por sus arcadas sin los honores del anfitrión.

PLANES Y OPERATIVOS

El léxico cantarino de los riojanos también se está llenando de palabras 'saetas'. De esas que todo el mundo lanza al aire, porque sí, porque son fáciles. Porque vienen 'prefabricadas' y 'predigeridas'.
Y miremos si no. Antes, cuando en La Rioja no llovía, se hablaba de sequía. Y se hacían promesas a los santos patronos y alguna procesión recorría los campos resecos. Que, a lo que sabemos, en La Rioja fue siempre cosa de Dios que lloviera o no.
Pero de buenas a primeras las cosas cambiaron y empezamos a hablar del 'operativo sequía'. Al tintineo de las gotas lo cambiamos por el son marcial del nuevo sustantivo. Y nada más.
Pero también hay 'planes'. Antes, cuando la Municipalidad hacía ladrillos hacía eso, ladrillos. Para edificar viviendas y erradicar construcciones precarias. Hoy, a todo ello se le llama 'Plan Ladrillo'.
Y a las tareas de remodelación y mantenimiento del cementerio, ¡'Plan Lázaro'!.
Planes y operativos que La Rioja contempla estupefacta esperando, eso sí, como Lázaro, que alguien le diga 'Levántate y anda'.

PATENTES

Las Comunas del interior de la provincia promueven el turismo a su manera. Quieren dar noticias de su existencia. Poner de relieve lo propio y característico.
Y para ello nada más indicado que las chapas patentes de sus automóviles.
Así, es posible leer, en las tablillas del Departamento Arauco, una leyenda que dice: "La cuna del Olivo". Y en las de Villa Unión, una referencia a sus muy buenos vinos y así, algunas otras cuyos textos no recordamos.
Pero Chamical, el "país de los cohetes", ese Chamical que tiene a los riojanos con tortícolis de tanto obligarlos a mirar el cielo, ha resuelto el problema de la promoción mediante la imagen.
Sus automóviles lucen chapas negras, con un cuadrado celeste sobre la izquierda, en el que se alza, rojiblanco, y estilizado, un cohete en posición de lanzamiento.
Chamical y sus cohetes se han consustanciado tanto que no podemos pensarla a una sin los otros. Y los chamicalenses lo saben y lo ponen de relieve, precisamente, en las chapas de sus automóviles.

¡TUY!

Cuando en La Rioja hace calor, como ahora, los riojanos, que gozamos de fama de perezosos, no empleamos largas perífrasis para lamentarnos, sino que, simplemente, decimos: "tuuuy". Un 'tuy' muy largo y quejumbroso, acompañado, eso sí, de algún giro revelador del grado de cultura idiomática del hablante.
Y por la misma razón, cuando el frío nos atenaza, salimos del paso con otra interjección: "Chuy".
Y entre 'tuy' y 'chuy' nos pasamos la vida, sin preocuparnos mayormente de la pureza del lenguaje. Que nos hace decir "muy mucho" o "un buen poco", con una tranquilidad de conciencia que tiene "un buen poco" de descuido.
Cosas del idioma de esta Ciudad de Todos los Santos, que no celebra el uno de noviembre su onomástico y a la que, según la ironía popular, Dios la hizo con sólo dos estaciones: el verano y la del ferrocarril.
¿Será por ello que casi todo el año decimos 'tuy'?

NO VA MÁS

Mientras el sol alumbra, el centro de la ciudad palpita en las cuadras aledañas a la plaza principal. En ellas están las oficinas públicas, las iglesias viejas, los colegios, las confiterías y los comercios. Y por ellas hay que desplazarse para todo, para pasear, para comprar, para perder tiempo mirando vidrieras y hasta para rezar a San Nicolás, pues su basílica está en una esquina de la plaza.
Pero llega la noche y entonces otro barrio, alejado y rumboso, enciende sus luces y convoca a los riojanos con las ansias del juego, con el aturdimiento del baile o con los pollos al 'spiedo' de sus parrilladas.
Este centro nocturno, nuevo y desconocido, que todavía muchos riojanos miran por el rabillo del ojo, es el que se ha constituido alrededor del Casino Municipal, a varias cuadras del centro y en la intersección de las avenidas Sarmiento y Quiroga.
Resulta interesante andar por allí de noche. Se arriba a conclusiones espeluznantes, como por ejemplo, la cantidad enorme de riojanos y riojanas que juegan y los escasos turistas que esta panacea pretendida atrajo a La Rioja.
Como también se entera uno de la cantidad de automóviles que tiene este municipio. Los suficientes como para cubrir varias cuadras alrededor del casino y para crear, aquí también, un problema de estacionamiento.
Automóviles con chapas verdes que hacen pensar en el color de las esperanzas de sus dueños.
En este casino riojano, como en todos, se olvidan penas, se bordan esperanzas y se transita por alfombras rojas y tapetes verdes, tejiendo y destejiendo sueños.


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