DE LA FE, LA CIENCIA Y EL ARTE

UN DIÁLOGO CON PÍO LUJÁN,
INCA POR DERECHO DE SANGRE
La Nación, diciembre de 1984

Se llama Pío Luján. Tiene setenta y cuatro años, once hijos, trece nietos y una jubilación de albañil que sólo ahora comenzó a percibir.
Es 'Inca' desde hace cuatro años, pero 'Alli' - nos cuenta - lo fue desde su infancia. "Creo que desde que tenía doce años, cuando estuve enfermo y me sanó el negro San Nicolás". Dicho así, con afectuosa familiaridad, con la confianza que da el haber convivido en la fe durante toda la vida.
Serio, monolítico, nos recibe en el embaldosado patio de su casa, bajo un parrón riojano en el que ya estallan las uvas tempranas y de cuyos bordes cuelgan jaulas de jilgueros y canarios.
Hace demasiado calor y don Pío, heredero de la nobleza indígena, no luce indumentos reales, sino una nívea musculosa que pone de resalto su broncínea musculatura.

Las Fiestas Patronales

En diciembre la riojanidad tributa culto de veneración a su Santo Patrono San Nicolás de Bari. Son las tradicionales 'fiestas de diciembre', en las que La Rioja toda madura en su fe, en su adhesión al Santo, en su actitud de fraternidad y de encuentro. Se inicia apenas nacido el verano, hace eclosión en el Encuentro o Tinkunaco, y se resuelve en un mar de gente en la procesión del primero de enero.
Pero San Nicolás no se presenta solo. Tiene una corte de 'alféreces' que, con banda multicolor sobre pecho y espalda y una 'bandera' revestida de brillante género abullonado de la que cuelgan cintas de colores, recuerdan a los caballeros españoles de alta alcurnia, que sentaron sus reales en estas tierras.
Y es en estas tierras que San Nicolás comparte la afectuosa adhesión de los riojanos, con el Niño Dios, vestido de Alcalde, que deja su templo para 'encontrarse' con el Santo el 31 de diciembre, frente a la Casa de Gobierno.
Pero el Niño tampoco viene solo, sino con su guardia de 'allis' o 'hayllis', paternalmente guiados por el Inca.

El 'Inca' y los 'Allis'

Ser 'alli' es importante, pues sólo pueden serlo los devotos de San Nicolás que, en agradecimiento por favores recibidos, hacen la promesa de vestir los atuendos tradicionales por el tiempo que su generosidad le indique. Pero ser 'Inca' o formar parte de su Corte, integrada por doce de sus pares, es compromiso de por vida y entraña una distinción que pocos riojanos han merecido.
El Inca, como todos los 'allis', viste sobre su ropa fiestera, un escapulario de grandes paños adornados por redondos espejitos, cintas entrecruzadas y vainillas y luce en su cabeza una 'vincha' enjaezada, como el escapulario, 'ponchito', del que cuelgan, en la parte de atrás y a manera de melena, un número indeterminado de cintas de colores.
Impone su autoridad porque la recibió por herencia. Herencia de sangre y linaje cuyo origen se pierde en la historia. Los 'allis', esclavos del Niño Alcalde, representan a los nativos, a los humildes, a los indios... Y aquí la leyenda se mezcla con la historia, la tradición con lo ortodoxo y la religiosidad popular se muestra en toda su riqueza y contenido.

Don Pío, Inca

El Inca hereda su rango. No hay alcurnia nativa más pura ni cierta que la del hombre promesante que llega a acceder a esenhonor. Don Pío Luján lo recibió de su tío, don Luis Romero, de quien también aprendió a cantar los versos o 'pies' del Tinkunaco, a tocar la caja y a mover, rítmica y temblorosamente, el arco que, a manera de palio o dosel, otros 'allis' sostienen sobre su testa real.
Pero su abolengo no le viene sólo de su tío. También su padre, don Santos Luján, fue Inca, como lo fueron don Waldo y don Crescencio Romero, padre y abuelo de don Luis.
¿Dónde y cuándo empezó la dinastía?. Según la leyenda y las historias eruditas, la devoción de San Nicolás fue traída a estas tierras por los españoles. Y la simbiosis con lo indígena, ¿cuándo comienza? El punto deberá ser develado por la historia, pero a los riojanos no les interesa saber dónde y cómo comenzó, sino solamente agradecer las gracias recibidas por la intercesión del Santo, vistiendo los hábitos de 'alli' o de  'alférez'.
Durante los trece días de la fiesta, don Pío asiste, todas las noches, a la novena del Santo, a cuyo término, de pie junto a la imagen venerada, caja en mano, los brazos en alto y "con voz de bajo", según su propia confesión, entona junto a sus doce acólitos y en un quichua salpicado de palabras castellanas, las estrofas del Tinkunaco:
"Año Nuevo Pacari/ Jesús Niño canchari/ Inti tapa llallerpi/ Collar llallerchi/ Belay guta guichari/ Canchar pallor sinki/ Coriante su cami/ Corona guilli pipia/ Mamay Virgen Santísima/".
De las trece estrofas originales, según don Pío, sólo se cantan siete. Las restantes se habrían perdido. Le preguntamos si la música del canto litúrgico esta escrita. Antes de responder, nos mira entre socarrón y sorprendido.
"Vea, nos dice, es imposible escribirla. Yo la aprendí de oído, de mi tío, cuando era niño". Y rubrica su afirmación con una anécdota: "Una vez vino un músico a la Catedral y quiso escribir la música del Tinkunaco. Se volvió loco. Tuvieron que llevarlo a Buenos Aires".
Herencia de sangre y tradición oral, celosamente guardadas, con una pizca de superstición para que no se pierda el respeto. Y en La Rioja esto es sencillamente así. Una manera querida de honrar a San Nicolás y un canto sacro que conmueve las fibras más íntimas de cuantos lo escuchan.
Luego, el 30 de diciembre, por la noche, don Pío, con sus 'allis, asistirá a la velación del Niño en la iglesia de San Francisco. Allí, desde poco después de terminada la Novena en la Catedral hasta las cinco de la mañana del último día del año, los 'allis' velan la imagen del Niño Alcalde y cantan. Cantan al monótono son de la caja, golpeada por el Inca, hasta que llega la hora de las 'vísperas'.
Después se retiran a sus casas a descansar y "tomar unos mates, nada más", porque al poco rato deben asistir a la Misa del Santo y, al mediodía, al Encuentro.
El 31, el arco que simbolizaba un palio sobre la cabeza de Don Pío, aparecerá engalanado por la Mayordoma, dignidad que ahora detenta la esposa de don Pío, doña Ramona Moreno de Luján, una anciana pequeña y de cabellera muy blanca, de la misma edad de su esposo, aunque él, por esas cosas del machismo, asegure, muy serio y tajante, que es "diez días mayor que ella".
Después del Encuentro, don Pío y su Corte, domingueramente trajeados pese al calor que derrite el pavimento, harán algunas visitas. Al Gobernador de la provincia, en cuyo despacho entonarán su himno, y al Obispo Diocesano, para repetir el homenaje.
"Antes, nos cuenta, visitábamos comunidades, pero ahora ya no, eso se ha perdido".
Y el uno de enero, en la Procesión del Patrono, a la vuelta de la plaza 25 de Mayo, el Inca y los suyos, serios, esbeltos, totalmente posesionados de su condición de guardias de honor del Niño Alcalde, soportarán el calor, siempre enfundados en sus trajes sobre los que reververarán sus 'ponchitos' y sus 'vinchas', con espejos, cintas y puntillas.
El 2 de enero, por fin, y el 3, la Misa de los Promesantes, la Despedida y el 'Desencuentro', cuando el Niño finaliza su visita a San Nicolás en la Catedral y vuelve a su templo de San Francisco.
"Desde el 20 en adelante - concluye don Pío - no soy peón de nadie. Estoy al servicio del Negro. De San Nicolás".
Y mientras nos alejamos de su casa, en el Barrio Tres de Febrero, reproducimos en la mente la imagen de este hombre, un viejo albañil de pura raigambre indígena, que cultiva con amor este linaje de la tierra que, para no desaparecer, buscó arrimarse , nada menos que al Niño Dios y a San Nicolás.

DON JUAN ALARCÓN MIRANDA,
EL PAYASO DE LA VIRGEN DE ANDACOLLO
La Nación, junio de 1988

Cuando los riojanos se adentran en la Cordillera en busca del paso franco que les permita llegar a Chile, deben decir adiós en el último poblado provinciano, en Jagüé.
En ese Jagüé trepado a más de tres mil metros sobre el nivel del mar y enclavado a 355 kilómetros de la ciudad capital. Que es una sola calle larga, lecho de río, cañón de altas murallas rojizas que estrechan la calzada y obliga a los 350 habitantes del pueblo a vivir como en mangrullos, subiendo y bajando los escalones que, a guisa de escalinatas, cavaron en las aceras altas.
Justamente allí vive un chileno argentinizado, que construyó una iglesia y plantó el árbol de la fe en esa comunidad de gentes nobles y sufridas.
Un hombre con siglo y con Don  - Don Juan Alarcón Miranda -, de 99 o quizás cien años, hijo de doña Argentina Miranda, una sanjuanina nacida en Albardón, y de don Alarcón. Así nomás. Un español cuyo patronímico parece que se le cayó de la memoria al vástago centenario.
Don Juan, tal vez abandonado por su padre, "no sé si se habrá muerto" - dice - se crió en Chile, en un convento franciscano y a los nueve años ingresó en un circo.
Después, rumbo a España, "para conocer a la familia de mi padre", cruzó la cordillera riojana en compañía de un sacerdote español.

Recalada en Jagüé

Villa Unión fue su primera escala y también el lugar en donde, por esos oscuros designios de la vida, abandonó su propósito de viajar al Viejo Mundo. Y como las únicas tareas que sabía hacer eran las de payaso, formó un circo y con él deambuló por el oeste riojano, hasta que recaló en Jagüé.
Pero no andaba solo. La imagen de la Virgen de Andacollo, venerada por su madre, estuvo siempre con él.
"Trabajaba", explica. "Iba y venía por todas partes. Hasta que un día se acabó todo... porque se me ocurrió que todo acabe. Y le regalé cuanto tenía a Jagüé en nombre de mi madre, que se llamaba Argentina". Hasta la imagen de la Virgen que le había regalado, a su madre, un obispo chileno. "La traje desde allá en mula y su vestimenta es la de entonces".
En su homenaje y para honrar la memoria de su madre, la argentina doña Argentina, don Juan levantó un templo, el que, a poco andar, se convirtió en centro de veneración mariana, no sólo para los lugareños sino para cientos de peregrinos que año a año arriban al pueblo en devoto peregrinaje.
El año último, don Juan y muchos más trajeron a la virgen de Andacollo a La Rioja. Y desde entonces, por decisión del Obispo Diocesano, Mons. Bernardo Witte, la Virgen, en esta advocación, fue consagrada Patrona del Oeste y de la frontera.
Don Juan dice que vive en Jagüé desde hace cincuenta años y cuenta que el templo, "levantado con mis manos, allí en donde nada había, ni un palo", fue consagrado por el primer Obispo riojano, Mons. Froilán Ferreyra Reynafé. Y asegura que él cuidará de la Virgen hasta que "cierre mis ojos".
Toda una historia que, vista de lejos, no es nada más que un puñado de casas de adobes, colgado de los flancos precordilleranos en donde, por la fe de un hombre casi centenario que de chico hacía reír a los niños, y de grande rezar a los grandes, se ha convertido en lugar de veneración de la Virgen de Andacollo.
El lugar preciso en donde cientos de argentinos impetran la paz a la Patrona de la Frontera.


ENRIQUE VERA BARROS,
MÉDICO, INVESTIGADOR Y HOMBRE CABAL
La Nación, julio de 1986

Jovial, sonriente, tajante en sus juicios y por sobre todo, hombre cabal, respetado por colegas y pacientes, Enrique Vera Barros, para el que los años nada significan, es un poco la historia de la investigación científica en La Rioja.
Se afirma que en esta tierra de inviernos tibios, dulce tonada y vinos exquisitos, sus habitantes son dados al canto y a las artes más que a la investigación científica. Quizás sea verdad, porque ese sol que dicen "pasa el invierno en La Rioja" y de puro enamoradizo se queda aquí todo el año, exalta los colores y estalla en los pinceles de los plásticos y en las estrofas de sus poetas.
Sin embargo, así como toda regla tiene su excepción, ésta se da en La Rioja, en un joven médico de ochenta años que urguetea en la patología regional para dejar testimonios de sus investigaciones sobre el bocio, el paludismo, la tuberculosis, la brucelosis y el Mal de Chagas, en sus libros, conferencias y artículos publicados en revistas médicas.
La obra de este "sagaz observador", como lo califica uno de sus comentaristas, no se limita a las numerosas conferencias dictadas en el país y en el extranjero, sino que se plasma en publicaciones esclarecedoras como 'Historias de la Medicina en La Rioja' (1983) o en su obra sobre la vacunación del alérgico que consagra una técnica que, varios años después, la Organización Mundial de la Salud propugnará su aplicación en todo el mundo. Su último libro, 'Alimentación y desnutrición en La Rioja', da también valiosísimos aportes.
Su labor científica ha merecido premios y distinciones y  el Dr. Vera Barros es miembro de academias nacionales y del exterior.
"En 1957, en perfecto riojano y con la ayuda de una traductora, porque no dominaba el inglés - cuenta sonriendo - diserté en Washington en el V° Simposio Anual de Antibióticos, tras una distinción que me otorgaron por un trabajo sobre el tratamiento de la brucelosis con antibióticos, estudio que realicé en colaboración con otros médicos argentinos".
Con nostalgia recuerda también que fue invitado a presentar sus trabajos de investigación en Rusia, "pero... no tenía medios para pagar el viaje hasta Moscú".
Tampoco los tiene hoy, razón por la que ejerce su profesión con igual ritmo que sus hijos médicos. Si quisiéramos redactar su biografía, habría que comenzar diciendo: riojano, médico, investigador, autor de libros, docente, fundador del Movimiento Pro Universidad de La Rioja y de la filial local de la SADE. Luchador siempre.
Enrique Vera Barros. ¿Un médico? ¿Un investigador? o ¿La encarnación de una 'pasión argentina'? Todo eso en La Rioja, en donde, según él, el primer médico se llamó Diego Nuñez de Silva y la brucelosis fue introducida por las cabras que, en 1591, trajo dese España el fundador, don Juan Ramírez de Velasco.
La respuesta está en la intimidad de su consultorio, en sus libros y en sus manos abiertas.


HÉCTOR GATICA, UNA POESÍA
QUE ES MANANTIAL EN TIERRAS RESECAS
La Nación, 1986

Héctor David Gatica nació en Los Llanos, que es como decir en el ojo de la huracanada historia riojana. Historia de lanzas y banderolas, de gauchos y caudillos, de potros sofrenados a cien metros de la plaza fundacional, en el solar de Quiroga... el mismo que fue después Casa de Moneda y para siempre colegio centenario; pero también de sequías, de hacheros, de manos encallecidas, de pozos oscuros y mezquinos.
Pero, para ubicar a Gatica, maestro, poeta, cuentista, hace falta, además, decir que nació en Villa Nidia, un grupito de casas al que se llega "descendiendo el mapa, hasta el fondo mismo del Departamento San Martín", allí donde Los Llanos riojanos comienzan a hacerse puntanos.
Sólo quien ha recorrido esas tierras duras, resecas, bravías en donde se gana el pan con el hacha que voltea quebrachos y se busca el agua en las profundidades oscuras y traidoras de pozos cavados a pala, puede comprender por qué nuestro David, como el bíblico, venció al gigantesco Goliat del aislamiento y el olvido.

Alborada y poesía amiga

Para hacerlo no se armó de una honda, sino de un mimeógrafo. Con él, en su Villa Nidia fundada por sus padres, publicó durante once años una revista, ALBORADA, que recorrió 'puestos' y poblados e ilustró a sus moradores.
En 'Alborada' encontraban consejos para laborar la tierra, curar un animal, cavar un pozo de agua. Con sus participaciones de casamientos, novenas y bautismos, sazonaba las ruedas de fogón y hasta lo insólito cabía en sus páginas, como aquello de buscarle, democráticamente, patrono al templo levantado en la Villa. Dicen que después de "la votación, secreta y obligatoria" practicada para saber bajo qué advocación se lo pondría, ganó ese derecho, por varios votos, el Corazón de Jesús que, en la jerga comiteril, sería como decir que triunfó 'el caballo del comisario'.
'Alborada' aconsejaba, enseñaba, servía e incluía siempre en sus páginas un poema, un texto literario levantado, un 'algo' que hacía que no se olvidara que "no sólo de pan vive el hombre".

Mimeógrafo milagroso

Pero el mimeógrafo milagroso de Héctor David Gatica, cuyo tambor giraba por el entusiasmo de su dueño y la contribución de algunos elegidos que estaban en el secreto, dio a luz una segunda, casi increíble revista, Poesía Amiga.
Sus páginas albergaron a los más afamados escritores argentinos, americanos y europeos, epistolarmente vinculados con Gatica. Y durante cinco años, desde la estafeta literaria de Villa Nidia, se remitió puntualmente, sin defecciones, a las hermanas naciones de América, a España, a Francia... "Aventuras de amor" la llamó el poeta Ariel Ferraro. Y la directora de la Biblioteca de la Universidad de Texas (EE.UU.), doctora Nettie Lee Benson, le escribió a su autor-director diciéndole que "tenía interés en obtener todos los números de su publicación".

La vida en la ciudad

Después callaron las revistas y luego fue la vida en la ciudad.
Desde el día en que un hombre relativamente bajo, delgado, con grandes anteojos que lo obligaban a levantar casi permanentemente su cara al cielo para no perderlos y con treinta años de edad, se presentó en el Colegio Nacional de La Rioja. Quería rendir, como alumno libre, el Ciclo Básico. Lo pidió con humildad, casi con miedo, con esa tonada dulzona y cantarina que tienen los riojanos casi cuyanos.
Y lo hizo. Con un estruendo de dieces que alborotó a alumnos y profesores. Después se fue a Mendoza y allí concluyó sus estudios de magisterio. Tenía 34 años. En 1970 comenzó a ejercer. Primero en Villa Nidia. Luego en la capital.
Y volvió a escribir. Sin descanso y sin dinero. Sus libros de cuentos y poemas se amontonaban en su mesa. Inéditos. Hasta que en 1983, tres poemarios en uno hicieron un libro, 'Memoria de Los Llanos'.
Después fue la Cantata Riojana, un auténtico cantar de gesta en el que los versos de Gatica y la música de Ramón Navarro "resumen y sintetizan la elementalidad más entrañable de nuestra circunstancia provinciana", al decir de Ariel Ferraro.
Hoy Gatica, desde la Dirección General de Cultura, cubre Los Llanos. Embajadas artísticas, música, teatro, exposiciones pictóricas estallan en sus pueblos semana a semana. Y los llanistos abren sus casas y tienden sus manteles para albergar al arte.
La lluvia cultural llegó a Los Llanos en las maletas repletas del pequeño David, este que venció al Goliat del olvido y la distancia no con piedras, sino con poesías.


LA GUITARRA VIAJERA DE
UN JOVEN INTÉRPRETE RIOJANO
La Nación, octubre de 1986

Una capilla del siglo XIII en Arthez de Béarn, antigua comarca francesa de los Bajos Pirineos, anexada a la Corona de Francia en 1620, bajo el reinado de Luis XIII. Ese fue en 1982 el escenario. Y los personajes eran jóvenes guitarristas de todo el mundo, que participaban de un concurso.
Había allí europeos, americanos, japonenses y argentinos. Uno de estos, José Adolfo Paredes, era un muchacho del interior, un riojano que nació, creció y estudió en su provincia y que se largó a competir por el mundo abrazado a un sueño con forma de guitarra.
José Adolfo, a la vera de unas montañas verdes y extrañas, evocadoras de los cerros azules de su tierra lejana, desgranó notas, arrancó acordes a las cuerdas tensas y ganó.
Este provinciano rico en humildad y parco en el decir, logró una beca para ofrecer conciertos en toda Europa. La misma beca que, dos años antes, había ganado otro joven riojano, Ricardo Moyano, alumno de Segovia, radicado con sus padres en Madrid.
Con su primer premio como pasaporte, Paredes viajó por Francia e Italia ofreciendo conciertos.
"En Génova, cuenta, conocí a la guitarrista Eli Tagore, sobrina del poeta Rabindranath, y estudié con ella. Después visité Suiza y luego fue Madrid, en donde encontré el afecto fraterno de otros riojanos".
"Por fin, al cabo de cinco meses de Viejo Mundo, otra vez la Universidad sanjuanina, las infinitas horas sin cansancio apegado a mi guitarra y los cerros color lila de los que un día partí sin alejarme".
José Adolfo estudió en La Rioja, hizo aquí sus estudios primarios y el bachillerato  en el Colegio nacional 'Joaquín V. González'. Se inició en la música estudiando violín con Daniel Moyano, músico además de escritor. Cuando el autor del 'Libro de navíos y borrascas' viajó a EE.UU, para recibir el premio Primera Plana - Sudamérica, comenzó a tocar la guitarra con un viejo y meritorio maestro riojano, Francisco Frega.
En la Universidad Nacional de San Juan cursó el profesorado en guitarra y en ese ambiente de intensa actividad musical y elevado nivel artístico, obtuvo tres premios. El de Arthez; una beca en Porto Alegre, en cuya Universidad Nacional Palestrina asistió a clases durante dos meses y una tercera distinción con la que ofreció tres conciertos en Rosario.
José Adolfo brindó recientemente su segundo concierto con orquesta en San Juan y ahora proyecta la creación de un conjunto de guitarras con otros jóvenes estudiantes. En tanto, trabaja en una obra para cuerdas con el director Jorge Fontenla y aguarda la repercusión que tendrán sus propias composiciones en Japón, a través de la revista especializada 'The Gendai Guitar', a la que envió sus partituras.



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